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Enseguida
Muchas veces nos han dejado en esa persistente e interminable ambigüedad temporal que producen los “cinco minutos”. En la espera de una pizza, en lo que demora tu hermano en salir del baño, en que tu novia te llame de vuelta, en que esté lista la cena.
Cuando una persona te dice: “espérame cinco minutos” o “vuelvo en cinco minutos”, no conoce las dimensiones de esta terrible petición o advertencia; cinco minutos pueden durar sesenta o ciento veinte segundos, o quizá una eternidad. Ante esto uno debe pensar en qué hacer en la espera de esta burocracia temporal, si esperar sin hacer nada, hacer otra cosa para distraer su atención, o, si se está físicamente con la otra persona, seguirla silenciosamente para ver en donde yace su cuerpo en el tiempo y el espacio que suscitan los cinco minutos.
Una vez un señor le dijo a su esposa que lo esperara cinco minutos, porque es lo que tardaría en comprar sus cigarrillos. Apenas puso sus dos pies fuera de casa, su esposa notó que eran las dos de la tarde en punto, y obedientemente, esperó a su esposo sin moverse del lugar en donde se despidió de él.
El reloj marcaba las dos y cinco minutos precisamente cuando se escuchó el cerrar de puertas que ejecutaba el señor, al acercarse a su esposa ésta se asombró al ver en su esposo un rostro demacrado, con una barba que casi le llegaba a la cintura, ojos desorbitados y un aspecto de anciano que advertía que algo extraño había sucedido.
Publicadas por
Koke Petit
a la/s
4:23 p. m.
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