Me desperté y pisé al gato, gritó como bebé en basurero y me sirvió para despertar más rápido. Me preocupé porque los demás no despertaran con el grito de este animal, menos mal que nada pasó. Me puse de pie para mirar que ropa ponerme, el maldito gato me miraba con recelo, claro a mi no me gustan los gatos y supongo que yo no le gusto a él, un montón de ropa yacía en una silla y expelía olores no muy agradables, por suerte había sol así que solo opté por una polera delgada y short, por el momento estaría en casa así que a pies pelados estaría cómodo, ¿por qué este gato dormirá en mi pieza si yo nunca lo he pescado? Miré mi taza favorita que estaba montada en el televisor, trisaduras y restos de café de días anteriores adornaban la ya hace un año tasa favorita, la tomé para llevarla a la cocina. El plan era calentar agua mientras lavaba mi cara y enjuagaba mi taza. Me dispuse a caminar por el pasillo en silencio, aún dormían en mi casa y yo era el único que madrugaba, respeto le llaman algunos, lo que no existe con este gato que vive aquí. Las maderas del piso sonaban y mis pies se enfriaban, siempre que hay silencio todo parece sonar más fuerte y las cosas que no suenan ahora lo hacen. Llegué a la cocina, en donde el frío era peor para mis pies, frío como la relación entre el gato y yo, por lo que me devolví a mi habitación para ponerme un par de pantuflas o algo parecido. Retorné a la cocina, el sol ya aparecía por la ventana y comenzaba a ponerse tibio, mi cuerpo, la casa, el agua que estaba comenzando a calentar, todo menos mi relación con el gato. Entré al baño a lavarme y enjuagar mi tasa, claro la favorita, tomé el jabón y sucedió lo que cualquier milico no quisiese según esos mitos fomes y chistes aburridos del siglo XX, se cayó al piso, no debía preocuparme mucho ya que estaba solo, me agaché a recogerlo y me topé con mi querido amigo, el gato. Acariciaba su cuerpo con su lengua mientras miraba como recogía el jabón. Muchos dicen que los gatos son limpios por que se lavan ellos mismos, para mí esa acción tenía que ver con algo sexual más que con aseo personal, y ¿por qué no? Todos tenemos nuestras actividades secretas y sexuales y no las iba a tener un gato, aparte su mirada me comunicaba más cosas que sólo “aseo”, me sentí un poco acosado por su mirada, lamía sus propiedades privadas y me miraba con un rostro insinuante, así que decidí levantarme rápido para lavarme y salir de ahí. Volví a la cocina, la tetera ya hervía y mi tasa estaba limpia, preparé mi café para salir rápido de mi casa, me sentía un poco incómodo, bebí mi café mientras me ponía las zapatillas que había lavado el día anterior, estas zapatillas si que las cuido pensaba, creo que les tengo más cariño que a ese gato que anda por ahí. Terminé mi café, tomé mi mochila y salí de la casa a esperar que me recogieran. Pobre gato, creo que nadie en mi casa lo quiere y debe autosatisfacer sus necesidades sentimentales, quizás me pille alguna gata en la calle para que esté con él… Por supuesto, nunca pasará eso.
miércoles, septiembre 20, 2006
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